Ah, grumete , imagínate la escena: estás ahí, en tu orgulloso barco, con el viento en las velas y la sal en el pelo, cuando de repente… se oye un chirrido en la bodega. No, no es el canto de una sirena ni el tintineo de un tesoro enterrado, sino pequeños pasos frenéticos.
¡Son ratas , amigo! Estos filibusteros de cuatro patas, siempre dispuestos a roerse tu galleta marina o a montar una rave en tus cabos. Entre nosotros, por muy diminutos que sean, estos roedores son auténticos piratas : rápidos como botes de remos, hambrientos como una tripulación después de una tormenta y astutos como un capitán que juega a los dados.
Pero cuidado, estos marineros de la oscuridad no se conforman con roer el queso que no tenemos (porque, ¿quién se lleva queso al mar?). No, estos granujas lo atacan todo: las bolsas de grano, los trozos de cuerda e incluso las botas de la tripulación si las dejas tiradas.
¿Por qué hay ratas en un barco?
Ah, grumete, la gran pregunta que inquieta a la tripulación: ¿por qué demonios las ratas invaden nuestras cubiertas, nuestras bodegas e incluso nuestras hamacas (los muy sinvergüenzas no tienen ningún respeto)? Agárrate bien a tu trozo de madera flotante, porque la historia de las ratas en los barcos es más antigua que el arte de hacer un nudo de cabrestante. Estos roedores son tan marineros como nosotros, salvo que no pagan sueldo, ni ron, ni respetan las tradiciones.
Las ratas llegaron a las bodegas de los primeros barcos mercantes hace siglos. Buscaban, como cualquier buen marinero, llenar sus estómagos. Estas pequeñas criaturas proliferan a una velocidad que haría sonrojar a un banco de arenques: una rata puede dar a luz a 1200 crías en un año.
Cuando las ratas suben a bordo: el motín de los roedores
Estos pequeños marineros clandestinos suelen embarcarse a escondidas en los puertos. Un muelle, una cuerda, un salto bien calculado y, ¡hop!, ya están en la bodega, escondidos entre dos barriles. Aprovechan el ajetreo de la carga para colarse a bordo, más discretos que un ladrón en un mercado abarrotado.
¡Y se adaptan a todo! De hecho, algunos estudios han demostrado que las ratas marrones (las campeonas de las ocupaciones ilegales navales) pueden sobrevivir hasta tres días sin agua, bebiendo solo agua salada. ¡Si eso no es una hazaña digna de un marinero!
De la peste a las provisiones: cuando las ratas causan revuelo
Las ratas no solo son amantes de las galletas saladas, sino que también son las peores portadoras de mala suerte . Las famosas ratas negras, apodadas «las ratones de la oscuridad», son las que se sospecha que contribuyeron a propagar la peste negra en el siglo XIV.
A bordo, transportaban pulgas infectadas que saltaban alegremente sobre los marineros. ¿El resultado? Epidemias que asolaron a las tripulaciones y los puertos. Incluso hoy en día, estos roedores pueden transmitir más de 60 enfermedades diferentes, desde la leptospirosis hasta el tifus. ¡Estas criaturas son una verdadera plaga flotante!
¿Cómo evitar un naufragio… de provisiones?
Entonces, grumete, ¿qué podemos hacer para evitar que nuestros invitados sorpresa vacíen nuestras bodegas y destruyan nuestras esperanzas de una travesía tranquila? ¡Pues hay que ser astuto como un zorro de mar ! Los marineros de los tiempos modernos utilizan técnicas dignas de las más refinadas estrategias navales: trampas, ultrasonidos e incluso depredadores naturales como los gatos de a bordo (se dice que un gato reduce la población de ratas en un 60 %). Por otra parte, almacenar bien los alimentos en recipientes herméticos puede salvar tu tesoro culinario de un saqueo nocturno.